Todas las ciudades

La pintura es un lenguaje que se explica a sí mismo. En Acosta es un fluir. Evita engañarse, siempre. A veces se enreda en sus pensamientos, se contradice, entra en conflicto, juega a ser otro, viaja, se desafía y vuelve a empezar. O apaga la mente y se pone a sentir. Se va dejando guiar por la obra. Mientras trabaja va descubriendo su propio discurso. Los textos son fotos de sus pensamientos. Relatos de una emoción. Transitan por otras aguas con las mismas inquietudes. O a veces configuran series futuras. Ponen en palabras las formas y colores que más tarde creará. Escribe: “Las imágenes de lo que vendrá están sólo en nuestros sueños. Y las pinturas son un buen modo de soñar despiertos”.

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Sale una tarde del taller y se detiene ante la luz que baña a los árboles después de la lluvia. Encuentra belleza también en la mezcla que revuelve con el pincel en su paleta y en las dos paredes que quedan en pie de una tapera perdida tierra adentro. En aquella sombra del caballete sobre su pintura. Acosta es siempre pintor y su ojo ve por el tamiz de sus necesidades pictóricas. Ve su obra en todos lados. Trabaja todos los días. Su cabeza no descansa. “Elijo la pintura una y otra vez porque no la veo agotada nunca. Es un lenguaje que no ha transitado ni la mitad de su historia”, dice.


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Tres metros por nueve. Está terminando Panorama, el último cuadro de la exposición del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, la vista de un barrio céntrico cruzada por franjas de tres colores. Intenso. La ciudad y los paisajes son de la misma sustancia: naturaleza (¿cuál sería la diferencia entre un edificio y un hormiguero?).  El tiempo que pasa pintando es una premisa que el pintor se exige, ya sin urgencias y con otra minuciosidad (antes vivía apurado por la idea de que sus seres queridos llegaran a ver sus logros). La paternidad le dio otra perspectiva, una serenidad nueva. La traducción de fotografías a pinturas atrapa un nuevo tiempo. “Se trata en un ser diferente, con una energía encerrada. Un tiempo vital quedó condensado en el espíritu de esa pintura. Por eso, antiguos pintores chinos pensaban que lograban su cometido cuando la pintura tenía espíritu. Podían pasar 60 años tratando de pintar un pez”.  Ése es su tema más profundo: el tiempo en que estamos vivos.

María Paula Zacharías
Buenos Aires, 2016.

2014 | 2016
Contemporary Art Museum, Salta, Argentina.
Provincial Museum of Fine Arts Emilio Caraffa, Córdoba, Argentina.
Municipal Museum of Art Dr. Urbano Poggi, Rafaela, Santa Fe, Argentina.